El encargo de Koji Itakura, el cual buscaba una vivienda de fin de semana con vistas a algún tipo de escena, como en el caso de la vivienda de sus padres, hacia un jardín japonés, comenzó, pienso yo, a crecer basándose en la elaboración de un tránsito. Me explico, la vivienda debería ser un objeto que sirviese para transportar a los ocupantes hacia un lugar o contexto privilegiado, hacia un lugar que crease sensaciones diferentes a las que existen en una vivienda común y corriente.
De esta manera, la penetración de ese contexto “virtual”, quedó sentada como la principal intención del proyecto. También, los diferentes niveles de percepción que aparecen en los itinerarios del espacio interior son un parámetro muy importante.
Este proyecto, pensado para ubicarse cerca del mar, destaca por esa confusión que se crea al hacer penetrar tan potentemente una situación exterior en un ámbito cerrado, lo que normalmente entendemos como privado. Así, también aparece una incertidumbre muy relevante para el ocupante, ya que ese medio de comunicación con el exterior es lugar para un posible observador exterior, o sea, que siempre va a existir la posibilidad de ser visto, al igual que el ocupante posee la capacidad de relación con el exterior.
Para concluir con mi opinión sobre este peculiar proyecto, que, a excepción de ese vínculo con el exterior (la fachada de cristal, que yo he considerado al sur) apenas se abre al exterior, he de decir que considero importante mencionar las presiones espaciales que aparecen en el interior de la vivienda, las cuales condicionan una estancia en la parte donde más visibilidad del exterior hay y, también, las entradas de luz, las cuales van apoyando también esa búsqueda de lo principal, la máxima visión de una escena .
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