Como el nombre de este nuevo curso indica, la arquitectura puede descifrarse mediante “conceptos”. La contextualización de un espacio genera nuevos modos de ver y entender el arte, ya sea en su extensión de pintura, arquitectura o pensamiento. El arte como forma de expresarse vuelve a esta materia en algo puramente humano; es la rama de las ciencias más alternativa y permisiva, pues nace del mismo seno humano y consecuentemente acepta todos sus resultados.
La clave del éxito (siempre en un sentido personal y de autosuperación) decae en esa “magia” que somos capaces de aportar a nuestras obras, a nuestros proyectos, a nuestras ideas. El arte no es una serie de reglas, pero tampoco es un abanico abierto. El artista ha de ser capaz de teñir sus trabajos para que dejen de convertirse en piezas inertes y cobren vida mediante la magia. Un hacedor de arte no cosecha victorias sino trasporta lo que siente, lo que le anima a trabajar en sus resultados; y ahí se triunfa, cuando el público es capaz de acoger y apreciar la pieza.
Es siempre recomendable que cuando una persona se cuestiona la puesta en marcha de sus conocimientos albergue siempre un sentido ambicioso, meramente personal, pero del que el artista consiga sacar lo mejor de sí mismo impregnándolo en el valor de un simple objeto. Es esa la magia que viaja por nuestra cabeza y que hemos de ser capaces de asentar en los proyectos.
La contextualización es un hecho que nos invita a ello y nos hace el camino más fácil. Entender una pieza es saber contextualizarla, saber ubicarla, ya no sólo en su entorno físico sino en su sentido artístico. Para ello nos ayudamos de preguntas existenciales que aunque no resuelvan, sí nos conducen por el contexto de la incertidumbre, logrando resultados mágicos…
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