Esta charla sin duda ha sido una de las que más me ha gustado de todo el curso. El estudio Brijuni nos presento su arquitectura, influencias, y su formación; y todo ello de forma muy cercana.
Entre los temas que trataron me quede con dos conceptos principales. Aún disfrutado de la conferencia no me quedé del todo satisfecha, aunque si me hizo pensar bastante pues para nada estoy en acuerdo con varios de los temas que trataron.
En segundo lugar; el acercamiento y la relación entre sociedad y arquitecto, ¿quién debe cambiar?; para mi la respuesta esta clara, el arquitecto. Desde luego el arquitecto como quien dice, vive gracias a la sociedad por ello no le podemos pedir a esta que cambie. Sería más fácil hacer cambiar al arquitecto, y además de ser más fácil pienso que es más razonable. Por una lado, para nada pienso que el arquitecto se sitúe en un élite, es cierto que muchos la mayoría de los arquitectos de renombre actúan como tal y por tanto puede que corroboren esta etiqueta, pero esta es solo una minoría de la profesión. La sociedad es la que debe de exigir al arquitecto, como en la mayoría de las profesiones, el cliente lleva siempre la razón, en otras ocasiones no; pero sin duda alguna el arquitecto está condicionado por las exigencias y necesidades del cliente y para que exista un acercamiento entre estos don lados siempre será más profesional que sea el arquitecto el que de su mano a torcer.
Por último y relacionada con la reflexión anterior opino que no es ético eso de que el arquitecto no haga nada por hacer, que todo aquello debe de tener una finalidad y de que el trabajo debe de estar siempre remunerado. Si la arquitectura es un servicio para la sociedad; no debemos de caer en la equivocación de que lo importante es el dinero o el salario. No todos nuestros clientes serán grandes empresarios o personas dispuestas a invertir en nuestras ideas. La mayoría de nuestros clientes serán familias o grupos que intentarán llegar a un acuerdo con nosotros para sacar de nosotros lo máximo e invertir lo mínimo. Desde luego por una parte es lógico que se pretenda obtener de nuestro trabajo beneficio, pero debemos de actuar por amor al arte, hacia la arquitectura. Y no siempre podremos rechazar propuesta por insignificantes que nos parezcan. Si es un servicio, debe se serlo siempre; no podemos cambiar nuestras fines por una cuestión económica.
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